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A las pausas les llega su momento
cuando las apuramos,
cuando las apuro.

Te las muestro,
podría hacerlo acá
en este lugar que no ves señalado.

Pero yo sé que basta
con el empleo de alguna fórmula
que copie las hipnosis a las que me someten
los trenes y la calma.

La persistencia de aquella fórmula
en tu mente o en la
mia,
transita distintas mitades
de un mismo puente.

Ninguno encuentra en las huellas del otro
más que el entendimiento tácito
con el que cada esquina nos conduce -por un mismo
suelo- hacia otra esquina, cuya próxima
curva es invisible.

La pausa no es visible
pero si inventáramos un sustituto
sabríamos cómo destruirlo
sin destruir.

Lo que se hace visible, si, es la mentira
de esa última estrofa;
el intento de seducir trazando círculos
y esferas que sólo pueden concretarse
en la relectura solitaria.