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Tu voz, entre las demás, se ocupa de desatar y reanudar
los tímpanos, y de arruinar
alguna de esas imagenes de las que
hablaba.

Diría que son gritos si no fuera
por el eco deformante.
Pero deben ser gritos de todas formas.

Duelen casi más que
la lluvia de cubos de hielo
que acompaña la escena (agua revoleada
que intenta ser los gritos)
porque los enviás desde abajo, encriptadamente
en sobres vacíos
tan llenos de datos que más vale dejar
que te arranquen los oídos.

¿Alguna vez habrá silencio?

Yo podría acostumbrarme a las voces
que permiten las orejas mutiladas.